—¿Cristobal?
No la había visto en mucho tiempo, seguía igual. Sus ojos, su boca, su nariz, su cabello... siempre fue tan hermosa como las tardes bogotanas, cuando no hay nubes negras si no un cielo azul y el sol que arde como el infierno pero cobija como nunca. Así siempre la vi a ella.
—¡Vaya! Tiempo sin saber de ti, sin verte... ¿cómo estás? —le dije.
—Muy bien, muchas gracias. Hace mucho tiempo ¿tú... cuándo volviste de viaje? Yo pensé que ya habías olvidado cómo regresar a Colombia —reí entre su frase— ¡Es un milagro esto!
—Lo sé Lisa, esto no pasa todos los días ¿quieres almorzar algo conmigo?
—Estoy un poco de prisa...
—¡Anda! No vamos a demorarnos, además tengo que contarte cómo encontré el camino de regreso a Bogotá.
—Está bien Cris —me sonrió.
Ya había olvidado cómo se veía su sonrisa, después de tanto tiempo lejos de casa olvidas algunas cosas, y para eso me había ido del país; para olvidar. Por mi suerte me aceptó el almuerzo, hace cinco años no hubiese pasado así, ni tampoco la hubiese invitado. Sigue caminando igual, con una leve inclinación en su pie izquierdo y con sus manos sostenidas una con la otra por la espalda mientras mira el piso. A veces pensaba que contaba sus pasos.
* * *
—Me ha ido bastante bien, pude estudiar algunas cosas, conocer el país; de todo Argentina me quedo con Mar del Plata, te hubiese gustado mucho... es precioso, el puerto a veces es un desastre pero en la noche es desde donde mejor se ve el cielo. Te hubiese gustado.
—Claro, imagino el lugar. Me alegra que hayas tenido esa experiencia... mucho tiempo ¿no?
—Sí, fue un buen tiempo —nos quedamos en silencio y confundidos— pero bueno, ya estoy de vuelta, volví para navidad; ya sabes cómo es mamá de loca con esas fechas, no quería a su hijo fuera del país un año más así que he decidido volver.
—¡Sarita, sí! Tu mamá siempre tan emocionada por época decembrina.
—Sí, así es ella.
La última navidad que compartimos juntos fue unos meses antes de irme. A veces no sabíamos qué dar para navidad y nos peleábamos por querer comprar presentes diferentes, pero cuando llegaba el momento de envolver y empacar, todo cambiaba y sabíamos que habíamos comprado los regalos perfectos.
—¿Qué desean ordenar?
—Aún no lo sé, dame un momento —dijo ella viendo la carta por mil vez.
—Ya te aviso —le dije a la mesera, pasando unos segundos...
—¿Y qué hay de nuevo en tu vida Lisa?
—Todo va muy bien, he trabajado muy duro estos años... ya compré mi apartamento.—¿Compraste apartamento? ¿por la 106?
—Sí, por la 106. Tú sabes, cerca a mis padres. Mi hermana Antonia tuvo un bebé hace poco, es un niño se llama Juan David.
—Juan como tu papá.
—Sí, Juan como mi papá. Es un niño precioso, lo conocieras —me dijo.
—¡Qué bonito! Nunca pensé que Antonia tendría hijos, siempre fue apartada de ese tema.
—Bueno pues se enamoró y por lo que pasó dejó de cuidarse, yo creo que lo estaban buscando porque sí, ella no era de esos aires pero está muy feliz.
—¿Y tú Lisa? —le pregunté directo.
—¿Yo qué?
—¿Tú eres feliz? —agachó su rostro sin responder.
* * *
—Yo no tengo la culpa Cristobal, las cosas se dieron.
—Bueno pues tú lo sabes más que yo, te casas con Arturo ¿no?
—¿Ahora sí listos para ordenar? —dijo la mesera.
—El menú del día —dijo Lisa.
—Lo mismo para mí.
—¿Desean otra bebida o el jugo está bien?
—El jugo está bien —dije sin pensar para que se fuera.
—Agua por favor, gracias.
Habían pasado cuatro años y medio en Argentina cuando me enteré. Lisa y Arturo se iban a casar para febrero de 2020, la pude imaginar inmediatamente... tan feliz pero tan asustada, siempre lo quiso, siempre lo planeó, siempre lo pensó, siempre, toda su vida. Nunca se lo pedí.
—Entonces, ¿te casas con Arturo? —suspiré y dije entusiasta.
—Sí, en febrero. Ya está casi todo listo, estoy muy contenta de hecho.
—¡Qué bueno! Me alegro por ti —le dije— tan rápido te olvidaste de mí —lo pensé.
—Sí, gracias... —me dijo para empezar un silencio incontrolable e incomodo.
—Buen provecho —dijo la mesera que traía los platos. Muy rápido para la situación.
Nunca pensé que volvería a Colombia por Lisa, pero cuando lo supe mi corazón quedó paralizado en el tiempo. Llegué en diciembre y estamos a enero, solamente hasta hoy la estoy viendo, y por casualidad, por la calle tal vez buscando cosas para su boda o pensando hacer algo que no tiene nada qué ver conmigo. Total, si se va a casar ya me tuvo que haber olvidado ¿cierto?
—Te escribí...
—¿Cómo Cris? —me preguntó con comida en la boca.
—Te escribí muchas veces, te busqué estando en Argentina —se quedó mirándome como si le hubiesen lanzado un balde de agua fría— lo siento, de seguro eso ya lo sabes.
—Lo sé. Lo sé muy bien. Estaba destruida Cristobal, simplemente no quería saber nada de ti, te fuiste a los pocos meses de terminar ¿qué pretendías?
—Tal vez ese fue un error pero no dijiste nada cuando lo supiste, ni siquiera preguntaste por mí o accionaste para hacerme volver —le dije, casi con rabia.
—¿Qué? ¿también querías que te rogara por eso? ¿que te suplicara que volvieras? ¿para qué? Nosotros ya no eramos nosotros y no había nada qué hacer.
—Sí habían cosas qué hacer...
—Eso no nos sirve ahora Cristobal, pasó mucho tiempo.
—No ha sido tanto tiempo Lisa si todavía sigue doliendo como si fuera ayer, dime... ¿eres feliz?
—Creo que lo mejor es que me vaya... —se levantó de la mesa, casi con todo servido.
—¡Espera! Por favor, hablemos con calma.
* * *
En Argentina casi acabo con los bares, me costó mucho dinero en licor y un accidente en auto para poder entender que ya había terminado. Me fui porque necesitaba irme, quería conocer, quería viajar, quería estudiar, quería olvidar y al año de estar ahí, 365 días después y creo que unos meses (por hacer mal las cuentas) Arturo, mi amigo de la vida; me habló para platicar de lo enamorado que estaba de Lisa y de que todo había sido por accidente, de lo inesperado que fue.
No volví a saber de él después. No me regresé pronto a Colombia.
—Arturo estuvo conmigo todo el tiempo que estuve mal, como un amigo. Yo nunca pensé que iba a llegar a amarle ni mucho menos a estar con él...
—¿Le amas? —le pregunté al sentir el puñal en el pecho.
—Cristobal... —me miró casi con los ojos apunto de sacar unas lagrimas, subió y bajó los hombros y me dijo— ¿eso te importa ahora?
—Sí, porque tú vida sería muy infeliz si te casaras con una persona que no amas en realidad.
—Sabes Cristobal, cuando Arturo me propuso matrimonio le di un sí sincero y de corazón... y por alguna extraña razón, después de tres, cuatro años sin saber de ti, vi tu cara en él en ese momento, pero tú no querías casarte, comprometerte más allá; solamente querías viajar, estar con amigos, salir, andar de bar en bar...
—¿De eso se trata? ¿de un estúpido compromiso?
—Era mi sueño, las mujeres de ahora no sueñan con eso sabes, pero para tu desgracia es lo que yo quería... y en su momento lo quería contigo.
—Entiendo... siempre fuimos egoístas. Bueno, ahí tienes tu recompensa. Hay que comer —le dije rabioso— Hay que comer —repetí resignado.
Sí, es verdad. Cuando hablaba de casarse, me ponía loquisimo. Yo no quería casarme, casándome no podía hacer las cosas que yo quería o al menos eso pensé en su momento. ¡Gran error! Las cosas que quería y al fin hice, hubiesen sido mejor estando a su lado; no solo como un completo idiota.
Terminamos el almuerzo casi sin mencionar más palabras. Tenía rabia, desesperanza, ahí estaba la mujer que pensé que sería mi amor por siempre, con un anillo de compromiso en el dedo; como si el anillo fuese un candado que me impidiera volver a tocarla más nunca, volver a besarla, volver a sentirla.
—Bueno, supongo que eso fue todo por hoy —le dije sin remedio.
—Sí, creo que sí... —me dijo mirándome sin aliento, estiró su mano en la mesa y le estiré la mía, la sujetó y dijo— pensé que no iba a volver a verte, me alegró muchísimo verte. ¿Vamos a llevarnos bien?
—Sí, vamos a llevarnos bien. Estoy muy feliz de que tus sueños se hagan realidad.
—Algunos sueños son mejores cuando se terminan Cristobal... tú eras uno de ellos —me dijo con voz cortada.
—Mi sueño no ha terminado, tú sigues siendo el mío Lisa.
Los hombres no expresamos sentimientos a no ser que sea la indicada o la que uno quiere, la que uno ama. Es muy difícil dejar ir pero es aún más difícil aferrarse, porque ahí está, sin ser nada, sin querer nada, aferrado a la mentira. No me duele dejarla ir, me duele quererla y saber que no estará conmigo, un día más, una oportunidad más.
Su celular sonó...
—Hola Angela... sí, estaba almorzando... ¿ya están los arreglos?... ¡me encanta! en un rato voy para allá y me lo pruebo... ¡por fin!, te veo al rato... okey, adiós —colgó y me miró— tengo que irme, tengo prueba de... —cortó de pronto— tengo que irme.
—Te deseo la mayor felicidad.
—Gracias Cristobal, que todos tus sueños se hagan realidad.
—Buscaré nuevos —le dije arrepentido— buscaré nuevos.
Se levantó de la mesa, tomó su bolso...
—¿La cuenta? ¿cuánto es?
—Yo pago, lo menos que puedo hacer es pagar —le dije.
—Muchas gracias —se acerco a mí, se agachó y me beso en la mejilla— gracias —me dijo de nuevo, le sonreí. El tiempo se paró.
* * *
—¿Qué pasa? —podía sentir cómo latía su corazón y sus ojos empezaban a brillar.
—¿Es muy tarde?, por favor dime que no es muy tarde.
—Cristobal, por favor...
—¿Eres feliz? —le pregunté por milésima vez mientras negaba con la cabeza.
—Eso no importa, por favor, tengo que irme —se abría a su paso.
—Lisa no puedo, no puedo dejarte ir... volví a Bogotá por ti, ¡estoy desesperado!
—¿Por qué te fuiste? Es que... te fuiste, me dejaste sola.
—Lo siento, por favor... —la sostuve de los brazos— tienes que pensar las cosas, tienes que volver conmigo, las cosas serán mejor que nunca —lo pensó un momento, suspiró y me dijo.
—Todavía no te olvido, no pude después de todo este tiempo. Te amo Cristobal.
La abracé, la abracé de nuevo y mi alma se unió a su cuerpo como si fuese la primera vez, la besé y tome su rostro entre mis manos, ahí estaba la mujer que quería para siempre dándome una oportunidad.
Tengo que pensar en cómo le vamos a decir a Arturo, cómo mi mamá se va a alegrar de verla, cómo ganarme a sus padres de nuevo. Volveremos y en unos meses se lo propondré, porque no quiero estar con nadie más, porque mis sueños no son sueños si no los puedo cumplir con ella, se lo diré. No va a importar lo que piense la gente, me ama y yo la amo eternamente.
Nunca pensé que este día iba a terminar así, regocijándome de la alegría, de la felicidad, no volveré a fallar. Estaremos juntos siempre. Te amo también Lisa.
* * *
—Pago con tarjeta —le dije.